Supe
que era cierto cuando, al atravesar aquellas montañas entramos en
Galicia, no había duda, estaba en la tierra de los celtas. Quizá la
clave sea ser receptivo, abrir los ojos y sentir lo aparentemente
imperceptible, que en realidad descansa sobre una base material,
tangible, concreta.
Un
gran amigo que me empujó a volver a escribir se encontraba entonces
en Madrid, ese Madrid de los Austrias; pero también ese Madrid
goyesco; incluso un Madrid rebelde; con combates en la Ciudad
Universitaria, cerca del Puente de los franceses. Como decían
aquellos versos: Y
fue mentira, mentira convertida en verdad triste, que se paseó por
un Madrid que ya no existe.
La nostalgia en ocasiones alimenta la esperanza, pero a menudo nos
envuelve en su tristeza.
Ya
en Murcia caminando por sus calles, tuve nuevamente esa sensación.
Calle Platería, calle Trapería… la confitería de la Familia Ruiz
Funes, donde creció aquel muchacho, Mariano, que tras escribir aquel
libro Derecho
Consuetudinario y Economía Popular en la Provincia de Murcia llegó
a ser Decano de la Facultad de Derecho, y luego Ministro de
Agricultura, pero las circunstancias terribles le hicieron abandonar
su amada tierra y morir en la lejana tierra de los aztecas. Un
penalista olvidado y denostado, que merece ser recuperado, y al que
le debemos un homenaje permanente, en forma de Hemiciclo o Salón de
Grados con su nombre.
El Alcázar Menor, hoy Convento de las Claras me
hace escuchar la voz sabia y tranquila del poeta sufí Ibn Arabí
diciendo: Mi
corazón puede adoptar todas las formas. Es pasto para las gacelas. Y
monasterio para monjes cristianos y templo para ídolos, y la Kaaba
del peregrino, y las Tablas de la Torá y el Libro del Corán. Yo
sigo la religión del amor. (…)
Qué razón tenía el maestro, y como se echan de menos, ahora y
entonces, los sentimientos nobles, lejos de interpretaciones
rigoristas; amor divino, amor al ser humano, a una princesa bereber…
El
Cristo de Monteagudo (nuestro Cristo del Corcovado particular) no
consigue ocultar el Castillo Almohade. La Plaza Sardoy donde se ubicó
la judería pone la guinda al conjunto de iglesias, mezquitas y
sinagogas.
San Esteban |
Esa ciudad que le robó el corazón a Alfonso X, del licenciado Cascales, de Salzillo y del Cardenal Belluga, del Conde de Floridablanca y de Salzillo. Hasta el propio Claustro de la Merced, actual Universidad, fue un hospital durante la guerra civil.
Todavía
se respira el aire de las brigadas internacionales, de la Brigada
Lincoln. Volviendo de casa del amigo que mencionaba al inicio, se oye
a un alumno de Erasmus cantar por la calle Bella Ciao, y es que la
historia, está viva.
Por Pinzolete
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