martes, 4 de agosto de 2015

«Limónov no es un personaje de ficción. Existe y yo lo conozco»


Emmanuel Carrere

La biografía es uno de las herramientas más poderosas que existen para que la fotografía de una época quede retratada en la mente de una persona incluso aunque no sienta una fuerte curiosidad por el conocimiento del pasado. Esto es así porque, al contrario que la Historia ortodoxa, nos permite empatizar con ese otro tiempo que ya pasó a través de las travesías de un personaje que vive en un contexto y espacio determinado y que inevitablemente conforma su vida. Si además dicha biografía viene acompañada por una explicación de ese mundo y una literatura directa, irónica, pero bien desarrollada es posible incluso que acabemos haciendo nuestro ese otro mundo y eso nos incite a acabar investigando de una manera más profunda que es lo que ocurrió. Sinceramente creo que es una de las maneras más idóneas para acercarse a esa otra realidad que fue el pasado. No obstante, la biografía histórica sigue siendo a día de hoy uno de los géneros más vendidos en la literatura.


Una de esas biografías, ganadora de varios premios en 2011, es Limonov de Emmanuel Carrère. Un estudio biográfico de un personaje muy controvertido que sigue vivo a día de hoy pero que posee toda una historia personal que perfectamente podría tratarse de una novela de aventuras de ficción digna de Dumas. La obra tiene detrás todo un proceso de documentación, incluido una entrevista con el protagonista, que se mezcla con las propias experiencias que Carrère ha tenido con el personaje central de la novela. Y señalamos novela porque en realidad no se trata de una biografía al uso, más relacionada con el género del ensayo, sino que utiliza una fusión de distintos géneros donde podemos encontrarnos con partes autobiográficas tanto del “héroe” como del autor, autoficción, reporterismo, novela y todo ello en un cóctel literario muy original que justifica perfectamente los premios que recibió.

Emmanuel Carrère -un tipo de que de niño quería ser arponero de ballenas- es un escritor multifacético que ha logrado entrelazar con éxito un estilo propio y que además es hijo de la historiadora de la Academia francesa Hélène Carrère d'Encausse. Es considerado, actualmente, como uno de los narradores importantes de la Francia contemporánea y su obra -doy fé- está construida como un relato del reportero que vive en primera persona el hecho que intenta retratar consiguiendo realizar obras novelísticas de no ficción transformando la realidad en literatura sin perder con ello ni un gramo de verosimilitud.


La historia del poeta Limonov "el más escandaloso de los escritores rusos vivientes y uno de los más importantes novelistas de la Rusia contemporánea", vivo y activo a día de hoy, nos lleva a la Rusia del pasado siglo a través de este peculiar y único personaje: bandido, poeta, viajero, mendigo, mayordomo, periodista, soldado y líder de un partido político antisistema en una Rusia donde el brazo de la ley no deja lugar a grandes vuelos en materia política y finalmente transformado en un mito, un rara avis romántico en ese país. Su vida es la de una Rusia que, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, desarrolló una serie de cambios muy drásticos hasta el punto en el que actualmente se encuentra. Carrère afirma que en Limonov encontró la palanca necesaria para escribir un libro que, a modo de aventura clásica, permitiese entender la Rusia contemporánea pero, durante el proceso de documentación y escritura, el desarrollo del personaje fue generándole sentimientos muy dispares: “Entre los círculos de demócratas que entrevisté, todos me hablaban con gran respeto sobre él. Me sorprendió porque yo tenía la idea de que era un fascista. Así que me intrigó. Después de pasar dos semanas con él casi todos los días, no tenía claro qué pensar. Me encontraba más confundido si cabe, pero decidí comenzar el libro precisamente porque no sabía si iba a ser más incómodo que emocionante. Y cuando terminé el libro seguía igual. Lo aprecio, lo respeto, pero es que viene a ser mi auténtico antagonista. Y me alegro de que afortunadamente no tenga posibilidad de alcanzar nunca el poder”.


El libro comienza en el momento en que Emmanuel Carrère se encuentra con Limonov en una protesta política en Rusia. En ese punto Carrère recuerda los encuentros anteriores que ha tenido con este y lo mucho que ha cambiado desde la última vez que lo vió. Esa curiosidad le incita a llegar más allá y tratar de investigar que ha sido de su vida y entrevistarse con él. A raíz de ello va desglosando la biografía de toda una aventura vital que se entremezcla con la suya para tratar de entenderse y entender quién es realmente Eduard Limonov. Y es que el estudio psicológico del personaje es un punto básico para llegar a ese punto en el que podemos llegar a sentir empatía con un personaje que opina que nuestro modo de vida está basado en una auténtica mentira: “Nos ve como hipócritas, lo equipara al colonialismo católico en la edad moderna, pero ¿sabe qué?, que no deja de llevar razón en algún aspecto, aunque no nos guste. El hecho de tratar de acercarnos desde nuestra perspectiva a sus posiciones es lo que hacía el reto muy interesante”.


Así pues nos encontramos con un tipo que es políticamente incorrecto casi desde sus inicios en la Ucrania de 1943, un punto caliente de la Segunda Guerra Mundial en el que la Unión Soviética, bajo Stalin, decide contraatacar a Alemania en la llamada “Guerra Patriótica” tras la fallida invasión de invasión. Limonov es hijo de un simple funcionario del NKVD (antigua CHEKA) que no participa en la guerra -algo que le decepcionará poderosamente-. Miembro de una banda delincuente de Moscú, decide que no va a vivir una vida normal y rutinaria, que pasará de la delincuencia a ser sastre y de ahí al mundo del arte y la poesía, embarcarse en la búsqueda del sueño americano en Nueva York con su gran amor de juventud, a terminar en los bajos fondos de la ciudad conviviendo con vagabundos que le harán probar experiencias sexuales que nunca previó, convertirse en el mayordomo de un ricachón al que le caerá bien, viajar hasta los círculos poéticos franceses, inmiscuirse en las Guerras de los Balcanes, empuñar un arma por primera vez, ser un escritor famoso, volver a la Rusia de la Perestroika para entrar en política y acabar en las Repúblicas del Asia Central para terminar en una famosa cárcel soviética. “Limonov lo que quiere ser es un héroe y para serlo es mejor ser un loser que triunfar” y, desde luego, no cesará en su empeño de llegar a serlo. Aún no ha cesado en ello. De hecho, conoce la existencia del libro que tratamos de analizar y opina sin tapujos que “es como si hubiese fallecido y, tras mi muerte, todo el mundo me redescubriese y me encontrase genial”.




Este libro posee, a mi parecer, varias capas. Podemos quedarnos en la primera y más obvia que es el retrato de un personaje que trata de ser un aventurero en vida, que tiene grandes amores pero que pasa muchos momentos de su vida en los que no es más que un fracasado, otras en las que se comporta como un auténtico fascista, pero igualmente otras en las que hace gala de una nobleza imprevisible. Pese a todo, sigue sus ideales de niñez hasta el día de hoy y estos no incluyen solamente ideas que consideraríamos fascistas, también actos de verdadero héroe de novela. En perspectiva, nos permite adentrarnos en la psicología de un personaje y una vida que es una auténtica montaña rusa. La otra gran capa es la excusa que utiliza Carrère para indagar en la verdadera historia del final de la Unión Soviética, la EEUU de los setenta, el París de los ochenta y la nueva Rusia postcomunista del taxista y ex miembro de la KGB, Vladimir Putin, cuya vida también tendrá su momento. Usando a Limonov como ancla, la perspectiva que tenemos al final del libro es la de todo un mundo que vive en un constante cambio y que pasa por una serie de episodios importantes y sangrientos especialmente en el Este de Europa. Rusia es singularmente retratada como un lugar muy duro y confuso en todas las etapas por las que pasa en la segunda mitad de siglo, especialmente el mundo subterráneo y no lo es menos el mundo de los escritores, que se muestra como un auténtico nido de hipocresía tanto como el propio Limonov, que mira con nostalgia la rusia comunista de su juventud con el sueño de instaurar una nueva revolución para tomar el lugar que ocupa en este momento Putin. Sumamente interesante es el momento en el que Carrère narra cómo ocurrió uno de los puntos álgidos de finales del siglo XX, la caída de la Unión Soviética:


“Y sobre todo, unos meses más tarde, tiene lugar otra borrachera histórica, la que reunió en secreto, en un pabellón de caza del bosque de Bieloviéjskaia, al presidente ruso Yeltsin, al presidente ucraniano Kravchuk y al presidente bielorruso Shushkiévich. Yeltsin ha abandonado Moscú sin decir a Gorbachov nada de lo que pensaba hacer, no han preparado nada, ninguno de los tres conspiradores tiene la menor idea de lo que son una federación o una confederación. Lo único que se repiten, en la sauna, soplando buenas dosis de vodka, es que sus tres repúblicas crearon la Unión en 1922 y que ello les da derecho a disolverlas. Yeltsin está tan borracho que los otros dos tienen que llevarle a la cama y, justo antes de desplomarse, llama a George Bush (padre) para darle la primicia: «George, nos hemos puesto de acuerdo con los compañeros. La Unión Soviética ya no existe.» (p. 271)”    


De igual manera es interesante la perspectiva fascista de Limonov tal como es resaltada por Carrère: la vocación por posicionarse siempre de lado de las minorías pese a ser consciente, según su ideario, de que hay hombres que se encuentran a un nivel superior y otros que se encuentran siempre en el inferior. Idea sobre la que el autor aprovecha para reflexionar a través de la doctrina budista donde el yo pasa a un plano inexistente:


“… la idea, formulada en un sutra budista que me dio a conocer mi amigo Hervé Clerc, según la cual «el hombre que se considera superior, inferior o incluso igual que otro hombre no comprende la realidad». Esta idea quizá sólo tenga sentido en el marco de una doctrina que considera que el «yo» es ilusorio, y si no la profesas abundan los ejemplos en su contra, todo nuestro sistema de pensamiento descansa en la jerarquía de los méritos, según la cual, pongamos, Mahatma Gandhi es una figura humana superior al asesino pedófilo Marc Dutroux. Escojo adrede un ejemplo indiscutible, muchos otros no lo son, los criterios varían, además los propios budistas insisten en la necesidad de distinguir por su comportamiento al hombre íntegro del depravado. Sin embargo, aunque dedique mi tiempo a establecer tales jerarquías, aunque a semejanza de Limónov no pueda conocer a un ser humano sin preguntarme más o menos conscientemente si estoy por encima o por debajo de él, y sin extraer de esta confrontación un alivio o una mortificación, pienso que esta idea -repito: «el hombre que se considera superior, inferior o incluso igual que otro hombre no comprende la realidad»- es la cumbre de la sabiduría, y que una vida no basta para impregnarse de ella, para digerirla, asimilarla, de tal forma que deje de ser una idea para informar la mirada y la acción en todas las circunstancias. Redactar este libro es para mí una manera peculiar de trabajar en ese sentido. (p. 186)”           


Y es una idea interesante porque al final de la historia-reportaje nos percatamos de que Limonov se encuentra en esa precisa búsqueda -que en un principio tomaría con sorna- que va más allá de tintes políticos, en la búsqueda de la sabiduría y la trascendencia que siempre ha caracterizado al ser humano. Al terminar la novela uno -aunque no comparta su punto de vista y Carrère no acabe de terminar de contarnos quién es realmente Limonov- no puede sino sentir un cierto apego y simpatía por el poeta, quizás porque también nos hemos involucrado en su vida o quizá porque todos somos unos narcisistas inmaduros que buscamos la notoriedad a través de diferentes caminos.

                                                          

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