miércoles, 29 de abril de 2015

Recuerden, recuerden, el cinco de noviembre. Conspiración, pólvora y traición. No veo la demora y siempre es la hora, de evocarla sin dilación.
V de Vendetta, 2006.



Hace algo más de dos meses, el 2 de febrero, un sector de las oficinas del Parlamento Europeo era desalojado por un aviso –que afortunadamente quedó en nada– de bomba. Esta situación, por desgracia, no es nueva, sino que ya han sido muchos los incidentes de este tipo, y no solo en nuestra época, sino también en el pasado. Lo curiosa que es la Historia, ¿verdad?
Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia
El 5 de noviembre de 1605 el Parlamento inglés era desalojado por la presencia de una ingente cantidad de pólvora en uno de los sótanos. Con esta pólvora, se pretendía asesinar a Jacobo I, rey de Inglaterra, y a sus herederos, por medio de una explosión en el Westminster.

Este complot fue engendrado por un reducido grupo de católicos, hartos de la brutal política que se hacía en su contra. Pero para entender este suceso, tendremos que remontarnos, flashback mediante, un par de años atrás.


Jacobo ya era Rey de Escocia y Señor de las Islas cuando, el 27 de marzo de 1603, moría Isabel I, Reina de Inglaterra. Jacobo era hijo de María Estuardo, aquella monarca de Escocia de quien Isabel tenía tantos recelos por si le arrebataba su apreciado trono inglés (eran primas) y que acabó muriendo en una de sus prisiones. Sería Jacobo el sucesor de Isabel, con el nombre de Jacobo I. 


Bajo el reinado de Isabel Ilos católicos habían visto su religión muy menguada. Ahora el protestantismo lo era todo y el catolicismo no era bien visto entre la sociedad inglesa.

La sociedad católica, todo sea dicho, se alegró de la muerte de Isabel I. Veían a Jacobo como una especie de mesías, tolerante y abierto al diálogo. Discursos de Jacobo I como “jamás permitiré que pese sobre mi conciencia que la sangre de cualquier hombre sea derramada por diferencias creencias religiosas” penetraban las almas católicas. El rey prometía tolerancia y su matrimonio con Ana de Dinamarca, devota cristiana, ayudaba. Parecía, por tanto, que las leyes anticatólicas que protagonizó Isabel I iban a suavizarse. Pero, este Jacobo, que podía ser otras cosas, pero no estúpido, como buen protestante, que lo era, también decía lo siguiente: “lamentaría que los católicos se multiplicaran tanto como para poder practicar sus viejos principios por encima de los nuestros”. Una de cal y otra de arena para los católicos que, en cualquier caso, seguían esperanzados. El padre Henry Garnet, jefe jesuita en Inglaterra, dijo tras el nombramiento de Jacobo I lo siguiente: “Nos toca una época dorada de inesperada libertad, con grandes esperanzas de lograr tolerancia”. Ilusos que eran.

Los católicos, pacientes para otras cosas, se desesperaron ante la falta de acción regia en la cuestión religiosa, produciéndose algunas conspiraciones contra el rey, llamadas con el original nombre de Traición Secundaria y Traición Principal, que buscaban incluso el regicidio. Estas conspiraciones, que no fructificaron, tuvieron que afectar en cierto modo a Jacobo, que, en febrero de 1604, en el Parlamento, pronunciaría su rechazo final hacia la religión católica, a la que calificó como “supersticiosa”. Asimismo, días después una proclama ordenó que cada uno de los jesuitas -¡malditos ingleses, otra cosa en la que se nos adelantaron!- y sacerdotes debían abandonar Inglaterra.

El panorama católico era complicado, no hay duda. Pero ante la acción, reacción. O eso tuvo que pensar un variopinto grupo de hombres dispuestos a luchar por su fe. En este grupo habría un tipo que muchos conoceréis: Guy Fawkes.

Fawkes, junto con Robert Catesby, verdadero líder de la banda, idearía todo un plan para atentar contra el monarca en pleno Westminster. Mientras el plan era engendrado, sacerdotes morían ejecutados en las calles londinenses y los católicos vivían más coartados. 



Grabado que representa a los principales conspiradores
El grupo alquilaría una habitación en el sótano del Westminster, algo normal por aquellas fechas, pues allí se localizaban empresas, apartamentos, almacenes, etc. En esta habitación se fue acumulando paulatinamente pólvora, que previamente había sido guardada en la casa de Catesby, hasta llegar a un total de 36 barriles. No tuvieron que esforzarse mucho en idear el plan, ya que era sumamente sencillo: explosionar la pólvora contenida en la habitación del Westminster el día de la inauguración del Parlamento, el 5 de noviembre de 1605. Con la explosión se pretendía que muriesen Jacobo y sus dos hijos. Con ello, debería llegar al trono su hija María, menor de edad, por lo que una regencia gobernaría de facto. Y en esa regencia entraba un señor, el conde de Northumberland, que simpatizaba con los “rebeldes”.

No obstante, el plan se desmontaría por una carta: la carta Monteagle. William Parker, barón de Monteagle, recibió el 26 de septiembre, diez días antes del atentado, una misiva anónima en la que se le advertía que no acudiera la Parlamento pues “sufriría un terrible golpe”. Algún conspirador polvoriense, con la buena fe de salvar a su amigo, echaría por tierra el plan. 

Esta carta llegaría a Robert Cecil, conde de Salisbury y consejo, quien sugeriría al Consejo del Rey que el 4 de noviembre inspeccionara los sótanos del Westminster. Mucho se ha debatido sobre la figura de este hombre, llegando a decir que la conspiración de la pólvora fue incluso orquestada por él para dar un golpe definitivo a los católicos en Inglaterra. Sea como fuere, cuál sería la sorpresa de los guardias cuando encontraron a un tipo con bigote, sombrero y capa escapando, tal y como había dicho Cecil. Este tipo era Guy Fawkes y sería detenido junto a los 36 barriles de pólvora. El rey tuvo que aplazar la inauguración hasta el 9 de noviembre. El resto de conspiradores huyeron tan rápido como pudieron de Londres, pero Fawkes –que no reveló su identidad en un primer momento– no los delató, por lo menos hasta que fue sometido a torturas. Finalmente, el resto de conspiradores fueron atrapados, si bien algunos murieron por tiroteo en el momento de ser descubiertos.
  
Momento en el que Fawkes es atrapado por las autoridades

Todos ellos, tras ser torturados, fueron condenados a la horca por alta traición, muriendo frente al edificio que habían intentado demoler. Aquí os dejamos una descripción más gráfica de la ejecución:

Colgándoles del cuello sin dejarles morir, seccionándoles los genitales, echándolos al fuego ante sus propios ojos y, hallándose aún vivos, destripándoles y arrancándoles el corazón antes de decapitarles y despedazarles. Luego se expondrían ante el público las cabezas clavadas en picas y serían arrojados los restantes trozos a los pájaros para su alimento.

Este acontecimiento ha quedado en la retina y memoria de los ingleses. Desde ese día, todos los 4 de noviembre se revisan los almacenes de las Casas del Parlamento, con los trajes típicos de principios del siglo XVII. Del mismo modo, cada 5 de noviembre se celebra la Noche de Guy Fawkes, donde se queman muñecos que lo representan, hay pirotecnia y los niños piden dinero para petardos. Lo típico de los británicos.

Demolición del Westminster en la película V de Vendetta, con la Obetura 1812 de Tchaikovsky de fondo. 

Más popular, a nivel internacional, se hizo este episodio de la historia británica tras el estreno, en 2006, de la película V de Vendetta, procedente a su vez de una novela gráfica de Alan Moore. En ella, un personaje ataviado con la máscara de Fawkes se enfrentará, sin importar los medios que utilice, a un estado totalitario para recuperar la libertad de su pueblo.

¿Quieres saber más?

ALPERT, MICHAEL (2005): “La Conspiración de la Pólvora (5 de noviembre de 1605)”, Historia 16, 355, 40-53
ELLIOTT, JOHN (2002): “Paz y Guerra con Inglaterra. 1554-1655”, Reales Sitios: Revista del Patrimonio Nacional, 152, 2-17.
GONZÁLEZ, MARIANO (2006): “Los católicos, acorralados en Inglaterra”. La aventura de la Historia, 87. 68-73.


Samuel Pérez Miras
Universidad de Murcia


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