Juan Francisco es Profesor Titular de Historia Medieval en la Universidad de Murcia. Sus líneas de investigación están orientadas al Reino de Murcia en la Baja Edad Media y Alta Edad Moderna, la repoblación del reino de Granada (en los años 1488-1600), las fronteras lingüísticas durante la Baja Edad Media en el Sureste Peninsular, la frontera castellano-nazarí, los paisajes sonoros en la Edad Media y, en estos últimos años, en las nuevas tecnologías y su reflejo en el estudio del Medievo, especialmente el uso de videojuegos. También cabe destacar su papel como director del Centro de Estudios Medievales de la Universidad de Murcia y promotor de los Simposios Internacionales de Jóvenes Medievalistas. Asistir a una clase de este profesor conlleva quedar asombrado por la gran facilidad de oratoria que posee y por la maestría con la que trata múltiples temas que pueden parecer diversos pero que están íntimamente conectados. Actualmente, además de su trabajo como profesor universitario e investigador, trabaja en el proyecto, financiado por el Gobierno, de Historia y videojuegos y el impacto de estos sobre el pasado medieval. Sin más, os dejamos con una entrevista que seguro que no os dejará indiferentes.
- En primer
lugar, ¿por qué decidiste estudiar Historia y, en concreto, centrarte en Edad
Media? Es curioso porque cuando uno entra a tu despacho lo primero que puede
observar es multitud de figuras relacionadas con las guerras mundiales.
Yo siempre
digo que no existen medievalistas ni modernistas ni nada de eso. Existen buenos
y malos historiadores. Además, la comprensión de los procesos históricos creo
que debe ser global, y así entenderemos mejor a quienes escribieron la Historia
antes que nosotros. Las “figuritas” son producto de mi pasión por el modelismo
desde que era adolescente. Pertenezco al grupo típico y tópico del que es
aficionado a la Historia desde siempre, y que a los wargames y la filatelia se
unía el de hacer maquetas de todo tipo desde que cumplí diez años y me
regalaron el portaaviones Kennedy
para montar. Ahora presiden mi despacho un U-Boottipo VIIc y un destructor norteamericano clase Fletcher. Sí, en el despacho de un medievalista. Acabo de terminar
un par de regimientos de la Guerra de Secesión norteamericana. Y como el que
entra también ve una torre de un castillo medieval con un vigía coronándolo,
pues tampoco doy más explicaciones. Además, los Playmovil medievales que salpican la mesa y las estanterías ayudan
a despejar la duda.
Creo que con
esta respuesta queda claro la razón por la que estudié Historia. Y me centré en
la Edad Media porque cuando entré en la licenciatura de la por entonces
Geografía e Historia, entendí que el trasfondo de todo se halla en el periodo
medieval, y para el caso del reino de Murcia es clave. Además, ayudó mucho,
para qué negarlo, que nací en Lorca y allí su fortaleza inspira a cualquiera.
Mi hermano quería ser torero desde pequeño, y lo fue, y yo historiador. Mis
padres no entendieron nunca lo raro que era yo. Ja, ja, ja… Oí aquel palabro
Dios sabe dónde y a qué edad, y como tiene que haber gente “pa tó”, pues ahí
estamos la familia, cada uno con sus cosas.
- ¿Opinas,
como Jacques le Goff, que seguimos viviendo en la Edad Media?
Sí. ¿Ves que no he dudado? Las cesuras históricas las ponemos a nuestro
acomodo, y así nació esa división que a cada historiador sirve para estar más sosegado.
Insisto en los procesos largos. La eclosión de “lo medieval” en el siglo XIX
vivió su manifestación más evidente en la I Guerra Mundial, donde los alemanes
eran “los hunos”, y para el caso español, nadie duda que ese papel lo jugó la
Guerra Civil. En un sentido más amplio, las personas seguimos siendo las
mismas: tememos al sufrimiento, amamos igual, lloramos igual, nos reímos igual…
pero creo que el respeto o temor, en algún caso, a lo que no conocemos es lo
que nos compara realmente. Tenemos una tecnología más desarrollada y accesible
a buena parte de la sociedad occidental; si acaso, este es el dato más
interesante y exclusivo de nuestro tiempo.
- Vivimos en
una etapa en la que la inmediatez, el marketing, la ciencia y la economía
tienen un papel protagonista. Teniendo esto en cuenta, ¿qué puede aportarnos, a
día de hoy, estudiar una carrera de Humanidades?, ¿tienen futuro?
A ver, a ver… Que podemos perder la perspectiva. La economía ha sido
fundamental desde el momento en que cazaban dos mamuts y se comían uno. Y el
jefe de la tribu hacía la resta y sabía que quedaba otro. ¿La inmediatez? Eso
es algo que pertenecía solo a los padres y madres, cuando de siempre lo querían
“ya mismo”, y no valía que les dijeses: “Ahora voy”, o “Ahora lo hago”. Creo
que la culminación de una sociedad de consumo es ese punto “instantáneo”. Ahora,
donde vivimos más tiempo, no sabemos gastarlo. Y por eso es tan importante el
papel de las Humanidades, que son las que te enseñan a ver las cosas con
perspectiva, y a contemplar el tiempo de los demás igual de importante que el
tuyo. Y la Ciencia es lo que hace que ganemos tiempo y dignidad como personas,
a no ser que se haga mal uso de las herramientas, que siempre pasará, y para
eso también es útil la formación humanística. El problema no es que te vayas a
dormir tranquilo, sino que sepas dónde te despiertas, quién eres y lo que haces
ahí. El futuro de una carrera de Humanidades reside en la formación de
personas. Es nuestra responsabilidad. Para un futuro de robots ya están otras
carreras, que además lo hacen muy bien y que nos ayudan continuamente en
nuestros quehaceres. Un PC es fantástico para escribir, que yo tuve que
escribir mis trabajos en la carrera sin él y era un fastidio (una vez conoces
esta tecnología). Imagino la alegría de quienes se desplazaban a pie y se
pudieron montar en un coche. Esa tecnología sirve para que los resultados de
las Humanidades puedan llegar más fácilmente a todos, que son los contenidos
que dan la felicidad; o el desasosiego. Mis alumnos saben que les insisto en
que deben creer en lo que hacen, pues es muy muy importante.
- Aunque
estas dedicado a la investigación de la Edad Media, estos últimos años también
te has volcado en otro campo muy actual, los videojuegos. Es realmente curioso
que un profesor de Historia haya optado por enlazar ambas vías, ¿en qué momento
comenzaste a interesarte por los videojuegos? Cuéntanos brevemente tu
biografía videojueguil.
Allá por los primeros años de la década de los 80… No es broma. A mí no
me compraban “chismes”, y miraba las consolas Atari y Commodore con
ojos “golosos”. Y para qué contar cuando un compañero de piso (ya estaba yo en
la Universidad) se trajo al piso donde compartíamos estudios y frigorífico un Spectrum. Yo jugaba entonces en casa de
un familiar, pero lo que veía era la posibilidad de que alguien pudiese llevar
a la pantalla de mi televisor una partida de Risk o de los distintos wargames que por entonces me traían de
cabeza.
Castles II |
Recuerdo que mi primer PC me lo compré con un dinero prestado por mi
hermano (por entonces las cosas en casa no iban del todo bien), y así escribí
mi Tesis de Licenciatura en otoño de 1989. Como me dieron la beca de
investigación en enero de 1990, le pude devolver en cómodos plazos el dinero a
mi hermano y tras ponerle el consabido procesador de textos al “bicho”, lo
siguiente que cayó en aquel disco duro de 20 Mb fue un simulador de submarino
americano tipo Gato. Y ahí ya no hubo
pausa. Bueno, sí, en la fase final de redacción de mi tesis doctoral. El año
antes había salido un título, Castles II,
que supuso mi primer toque de atención de que el juego no estaba reñido con el
aprendizaje. El tiempo me ha dicho que es lo mismo. Trabajar en la Universidad
desde entonces y tener la plaza de profesor Titular desde 1996 me sirvió para
poder comprar títulos originales y actualizar el hardware de forma conveniente.
Me hice coleccionista de videojuegos, y esto lo vieron y vivieron mis hijos
desde muy pequeños. Así que ellos han sido los grandes “perjudicados” o
“beneficiados”. Son grandes y muy buenos gamers;
de hecho me han acompañado siempre a las ferias de videojuegos en Madrid.
Caesar II |
Pero
me preguntabas dónde comenzó ese cruce entre el historiador y el videojugador. Hasta
hace unos años eran ámbitos diferentes, como lo era mi afición por el modelismo
o cualquier tipo de lectura. Recuerdo las horas y horas de tiempo libre que le
dediqué a juegos como Caesar II y
todo tipo de simuladores de vuelo y submarinos que caían en mis manos. Si Faraon o Caesar supusieron un antes y un después, o Combat Flight Simulator, recuerdo ver las primeras imágenes de Age of Empires II que se iba a
comercializar prontito en una revista especializada (ahora no recuerdo cuál).
Allí estaba yo el primero para comprármelo. Y ahí sí que le eché horas… Después
salieron los Stronghold, el primer Total War (el Shogum)… mi cara cuando anunciaron el Medieval Total War… Pero fue a partir de 2008 cuando comencé a
pensar el impacto que estos productos podían tener en los futuros
historiadores, e igual de interesante, en el usuario medio en general que su
acercamiento al pasado iba a ser el videojuego, y no solo el estudio (casi
siempre obligado), la novela histórica o el cine y televisión. Los avances
gráficos eran ya brutales, y a esas alturas el videojuego era ya un medio más
que general. Ese año les hice a mis alumnos de 4º de Licenciatura de Historia
un seminario que llamé de forma temeraria “Historia y videojuegos”, para
contarles mis experiencias y todo lo que estaba viendo y viviendo. Un amigo de
siempre (de cuando éramos becarios), el Dr. Enrique Soria Mesa, Catedrático de
Historia Moderna de la Universidad de Córdoba, y también jugador en su día
(hace tiempo que no), me invitó a dar la primera charla allí. Ese cartel lo
tengo enmarcado en mi despacho de la facultad. De ahí a que la Biblioteca
General de la Región de Murcia me encargase un curso específico, que me
permitió entrar en contacto con empresas del ramo (FX y la por entonces revista MarcaPlayer,
hoy IGN España), hubo un paso. Comencé a escribir sobre el asunto y a
publicarlo en revistas de Historia Medieval (Imago Temporis), y mi puesta de largo fue en un seminario
internacional que se realizó en Alicante organizado por un proyecto de
investigación sobre Órdenes Militares de la Universidad Autónoma de Madrid. Me
invitaron para que presentase un trabajo sobre cómo aparecían estas
instituciones y el fenómeno de las Cruzadas en los videojuegos. Imagina lo que
disfruté. De ahí salió un artículo que titulé “Cruzadas, cruzados yvideojuegos”. Pues todo esto es para contar la razón de “mi puesta de largo”.
La noche antes cenaba con el maestro José Ángel García de Cortázar (qué decir
del maestro, con mayúscula) y me preguntó qué trabajo llevaba al seminario.
Cuando se lo dije casi se cae de la silla. Si él no se cayó (tampoco se calló),
pensé que el resto iba a ser difícil pero llevadero.
Y bueno, hasta hoy, incluida la dirección de un proyecto de investigación
titulado “Historia y videojuegos: el impacto de los nuevos medios de ocio sobreel conocimiento del pasado medieval”, concedido por el Ministerio de Economía y
Competitividad, que me ha permitido profundizar y asentar esta línea de
investigación.
- Como
sabrás muy bien, los videojuegos siempre han sido acusados de llevar a los
niños a una especie de mundo paralelo de violencia-ludopatía que hace que los
niños acaben cometiendo atrocidades o simplemente saltándose las clases. Sin
embargo, no se acusa a los niños y niñas por leer demasiado o consumir mucho
cine, ¿qué opinas al respecto? y, en definitiva, ¿se puede realmente enseñar
con el videojuego?
En una etapa de la Edad Media, se acusaba en algunas zonas a los judíos
de comerse a los niños por la noche. Los linchamientos generales se han debido
en todo momento y sobre todo al desconocimiento de la realidad. El juego es una
actividad violenta según se mire: puede darse el caso de que el mismo que acusa
de generar violencia gratuita en un videojuego (que ojo, los hay) pueda ser el
mismo que defiende a capa y espada (por hacer un fácil juego de palabras) al
ajedrez, donde todos sabemos que el fin es cometer un regicidio, y donde la
muerte de peones está contemplada como un medio para conseguir el fin, que es
ganar. De pequeño nos íbamos a jugar a la calle al fútbol, a partirnos las
piernas, a tirarnos piedras con los del barrio vecino, y eso que yo vivía en
una ciudad media-pequeña. Supongo que en el campo no apedreaban al vecino, sino
que la naturaleza en la que vivían era cualquier cosa menos bucólica. Y ahí lo
dejo.
Pack "caballero medieval" |
El chaval que se salta la clase siempre va a existir. El que es un cafre,
pues lo va a ser siempre. ¿Se aprende a ser malvado en los videojuegos? Claro;
y en el cine. Y en la literatura infantil: que no olvide nadie que al lobo lo
rajan de arriba abajo cada vez que puede el cuento. Por no hablar de
Blancanieves que lo pasa francamente mal. El videojuego es un medio de ocio, y
deja de serlo cuando pasa el umbral de arte, de cultura o de significación,
como una canción, un libro o una película. No se suele acusar a los chavales de
ver demasiado cine porque es quien debe hacer la reprimenda el que se
desenvuelve en un medio que considera propio. El videojuego en cambio no. No lo
conoce, es ajeno a su generación (o se le escapa a su lenguaje), y claro, lo
desconocido le causará temor. Ahora no se les regala a los niños juguetes
bélicos (un tanque o un avión de combate), y en cambio se les obsequia con
escudos, arcos y espadas que los padres compran en los cada vez más abundantes “mercados
medievales” itinerantes. La espada mataba, señores. Y el yelmo, además de
llevarlo el príncipe azul o blanco (negro en mi faceta de medievalista), tenía
un uso bélico. Esa esquizofrenia va a permanecer mucho tiempo.
Hay que jugar,
hay que pasear, hay que ir al cine, a oír conferencias, a estudiar, comer con
moderación, dormir lo sensato… Se trata de utilizar la cabeza para más cosas
que la de llevar gorra.
-
Precisamente la Edad Media ha sido uno de los contextos más habituales en los
"mundos y universos" creados por los videojuegos como podemos
observar en casos como Assasins Creed's, The Witcher o tantos otros, ¿cómo ves
este panorama?, ¿es mejorable o ya se ha llegado a un nivel más que aceptable?
Por ahí dejé escrito que las razones por las que la Edad Media es el
periodo que más aceptación tiene son diversas pero incontestables. Pero ahora
creo que la disparidad de criterios hace que cada uno tengamos preferencias por
unas épocas o por otras. Sí que es cierto que el concepto que tenemos de Edad
Media permite que generemos y que esperemos, en cierto modo, desenvolvernos en
un momento donde lo mejor de lo que encarnaba el periodo medieval (leamos el
discurso generado por el movimiento romántico del XIX) esté a nuestro alcance.
Escena de "Ocarina of Time" en la que el protagonista se enfrenta al Jefe Final |
Ser un caballero al rescate de la dama no es nuevo. La victoria sobre el Jefe
Final no es inédito. Pensemos en los libros de caballerías, en la extensa
literatura que guarda nuestro romancero… Es que el propio Cervantes imaginó a
un Alonso Quijano encarnando, una vez perdido el “buen seso”, esos valores que
eran los mismos a los que se enfrentaba Dirk el Atrevido en Dragon’s Lair, y la diferencia entre
Dulcinea y Daphne (dispuestas en el plano más superficial y simple) es muy
poca. Pero además de eso, el periodo medieval es el origen real de buena parte
de nuestra civilización (por eso también atrae mucho el ámbito clásico romano).
Tenemos insertos en nuestro pensamiento lo que era y lo que hacía un caballero;
tenemos en la cabeza lo que era un mercado medieval y de lo que iba la
Reconquista y las Cruzadas. Otra cosa es que eso que tenemos y que se nos ha
dicho sea veraz. Y ahí es donde creo que va a mejorar el desarrollo de los
videojuegos ubicados en el ámbito de “lo medieval”: lo auténtico, o lo
fantástico, cada uno por su lado, van a encontrar un proceso de crecimiento que
la sociedad que lo demanda, lo va a exigir a su ritmo. La tecnología es seguro
que estará a la altura de esto. Esa es la innovación, ¿no?
- Eres el webmaster y principal investigador del
proyecto Historia y Videojuegos, financiado por el Ministerio de
Economía, ¿cómo surgió dicho proyecto, cuáles son sus objetivos y que tienes
pensado para su futuro?
Ya te he contestado algo en
una pregunta anterior. Pues me voy a permitir abundar en el asunto. Los
objetivos fundamentales se corresponden con los que cualquier panorama nuevo
exige a quien analiza: nuevos parámetros de estudio, nuevos resultados, ver qué
caminos se están generando y cómo están incidiendo entre los futuros
historiadores. El videojuego, insisto, ha llegado para quedarse. Y si hace unas
décadas los alumnos de Primer curso en la por entonces Licenciatura de Historia
se animaban a entrar en las aulas de las facultades de Letras
(independientemente de cómo se llamen en cada sitio), para convertirse en
nuevos Indiana Jones, ahora no es extraño encontrar a un gran número de
estudiantes que no se esconden ni se arredran a la hora de que sus pinitos en
el conocimiento histórico fueron a través de videojuegos. Esto había que
estudiarlo bien, y con garantías. Pero no desde la perspectiva que tiene si
acaso más tradición, y es la de las Ciencias de la Educación (si son buenos
para enseñar o aprender), sino la mirada desde la profesión del historiador. El
reflejo que buena parte de la sociedad futura, esas generaciones nuevas (los
nativos digitales o generaciones multimedia), tendrán del pasado, van a ser
forjadas en lo que vean, oigan o sientan delante de un videojuego: en una
palabra, de su experiencia de juego.
Esto no es nuevo: cuántas generaciones se
han formado una imagen de la Edad Media por lo que vieron en las pantallas de
cine. Y ojo, sabemos que no se correspondían con la realidad de lo que pasó.
Sin embargo, al final y por la propia consideración del cine como un producto
cultural por parte de los docentes, se asume como algo indicador y visión del
pasado y no como pervertidor del mismo. Esto se resolverá cuando los docentes
sean quienes han sido usuarios habituales del videojuego.
El proyecto está
siendo muy útil para dar este paso: la consideración de que lo que hacemos es
interesante, que lo realizamos de manera seria y sin artificios, debe sus
cimientos a la existencia del proyecto de investigación. Sobra decir que todo
lo que estamos haciendo nos lo permite el proyecto, pues sin él, ni cursos de
posgrado, ni talleres de investigación ni nada de nada. Solo el particular
interés y la ilusión en alguna actividad aislada; pero sin proyección alguna
más de lo que hubiéramos podido difundir en nuestros entornos más inmediatos.
Así que muy contentos. Y nuestra ilusión no se acaba aquí. En diciembre de 2015
se acaba la concesión del proyecto, y ya hemos solicitado la renovación del
proyecto al Ministerio (rellenar la solicitud fue más sencillo, pues partíamos
de “algo” y no como en 2010) aunque con la mirada puesta en la totalidad del
pasado histórico, y no solo en el periodo medieval. Creemos que en breve
contestarán. Ya veremos. Y si nos dicen que “no”, pues siempre hay cosas para
poder hacer, aunque de forma más sencilla y comedida.
- Cambiando,
ligeramente, de tercio y teniendo en cuenta que es tu profesión principal,
¿cómo observas el, tan recurrente, ámbito de la educación actual?, ¿es fallido?
y, de ser así, ¿qué podemos hacer realmente para mejorarlo?, ¿está siendo
Internet y la sobresaturación de información un problema?
Estoy
terminando de escribir un artículo que he titulado “Del profesor al maestro:
necesidades nuevas y cuestiones permanentes para explicar Historia Medieval”. Podría
ser aplicable perfectamente a otra disciplina, pero he preferido restringir mi
ámbito de “acción” a mi especialidad. Repito: siempre digo que no existen los
medievalistas ni los modernistas, sino los buenos y los malos historiadores. No
hay otra. Las Áreas se inventaron para que algunos nos hiciéramos catedráticos
(yo estoy en camino). Bueno, pues en el artículo lo que vengo a decir es que el
“profesor” está tocado de muerte, surgido al amparo del sistema docente generado
en la Revolución Industrial, donde el manual y el libro es fundamental. Ahora,
con los cambios brutales que se dan en la sociedad, es preciso buscar un nuevo
modelo. Planteo la recuperación de uno ya existente, el del MAESTRO, con
mayúsculas. Las personas tenemos la posibilidad de conseguir fácilmente
información. El problema es procesarla, y precisamos guía. Ese es el papel del
nuevo docente: no son solo conocimientos, sino valores, directrices, ejemplos,
referentes claros, comunicación, formación permanente pero de verdad, no solo
vale con ir a firmar un cursillo… Y no es fácil, pero es el futuro. Y me lo
creo de verdad. Por cierto; hago lo que puedo. Ya veremos si me equivoco o no.
Si acierto, me alegro. Y si no, no existe el fracaso. Yo, como el ejército
español: no retrocedo, doy la vuelta y sigo avanzando. Ja, ja, ja… Y claro, el
humor es básico para todo esto.
- En algunas
de nuestras conversaciones has mencionado que un historiador no debe de enseñar
únicamente una historia política o centrarse en batallas, debe de enseñar lo
que es realmente importante y por qué lo es, pero, ¿cómo discernir que es lo
realmente importante a la hora de enseñar?
Es la clave del conocimiento. Si no lo sabes explicar, es que no lo
sabes. Pues esto igual: si vas describiendo árboles por aquí, árboles por allá,
ardillas por más allá… y el que te escucha quiere saber la palabra “bosque”, y
no se la das, pues mirará para otro lado. Se aburrirá. Buscará la solución en
otro lado. Los datos son básicos para apuntalar el conocimiento, pero la labor
de análisis es lo que te dará y señalará la importancia de todo.
En la ciencia
y en la vida. Hay que enseñar también lo importante de la vida y no quedarse en
cuestiones absurdas. Eso lo aprendes con los años, las cosas como son. Y como
nadie escarmienta en carne ajena, pues seguimos cayendo en los mismos errores
generación tras generación. Uy, qué filosófico me he puesto. Pero es la verdad.
Y la conciencia de saber qué cosas son las importantes, son las que te hacen
disfrutar de las cosas pequeñas. Por eso sigo jugando.
- Como
historiador y ciudadano de una época y contexto determinado (cuanto nos gustan
estos términos a los historiadores) te voy a pedir que te mojes
un poco. En un periodo en el que parece que la crisis azota tanto lo
económico como lo social y donde la precariedad económica y la inestabilidad
parece salpicarnos, ¿cuál es realmente tu perspectiva del momento actual?, ¿hay
luz al final del túnel?
Por supuesto que sí. Cuando dije en mi casa que quería estudiar Historia
(asco me doy pero yo era un buen alumno en el instituto), a mi padre le iba a
dar un ataque: pretendía que hiciese Derecho. Cuando terminé la carrera: a ver
qué iba a hacer ahora con mi vida, y entonces me dieron una beca de
investigación. Cuando leí la tesis, en plena crisis del 93, a ver qué iba a
hacer entonces. Y saqué una plaza de ayudante. Y en pleno reajuste del 95,
salió la plaza de profesor Titular. Y aquí estoy. Soy optimista siempre (y
razones tengo para ser pesimista todos los días). Pero no me da la gana de
rendirme. Jamás, jamás, jamás.
Las palabras no son mías, pero las adopté hace
tiempo. Ahora parece que es un drama “salir al extranjero”. Cuando yo me voy al
extranjero, en ocasiones a estar algún tiempo con la profesión, pues no me da “algo”.
Y me voy, porque si quiero progresar en mi profesión, es lo que toca. Y luego
vuelvo. Mis padres siempre pretendieron que no saliese de Lorca, y parece que
estar en Murcia es estar en el Polo Norte (en verano no). Si en vez de Murcia
hubiera sido otro sitio más lejano, tampoco hubiera pasado nada. Otra cosa
diferente es querer vivir donde no hay comida. Eso es de insensatos, y lo
tenían claro en el Paleolítico inferior. Lo espectacular es que el mundo se ha
hecho tan pequeñito que la solidaridad es real y permite que no se abandonen
territorios y ciudades hoy, que en otros momentos de la historia sí que se
hubieran abandonado. Y pensar que hoy estamos muy mal…, solo hay que viajar.
Como me dicen mis colegas argentinos, nosotros no sabemos lo que es estar en
crisis. Ese es mi discurso, y me lo aplico. Y si no le vale, pues es
cuestión de ponerse a remar y vivir, como Ben-Hur. Pero abandonar… jamás. Por
cierto, hablando de Argentina. Allí participo de forma activa con la
Universidad Nacional de Mar del Plata, en otro proyecto titulado Play & Level, con tintes y objetivos
similares aunque más vinculado a fines docentes y educativos.
- Termino,
como no, pidiéndote que nos hagas una pequeña lista con tus tres
libros favoritos (de ficción y no ficción), cine/series y videojuegos.

Otro diferente: Stalingrado,
de Anthony Beevor. Cuando lo terminas, aprendes humanidad; por cierto, y como es el mismo “contexto”, lo menciono
aquí: hay que ver La Cruz de Hierro,
de Sam Peckinpah (espectaculares James Mason, James Coburn y Maximilian Schell).
La guerra como es: lo miserable de la condición humana en esencia. Y el tercer
libro… el de familia: mi mujer y mis dos hijos.
Tres películas: Ben-Hur. Sin
dudarlo. Qué bello es vivir, todas
las Navidades por tradición. Y Das Boot,
el Submarino, de Petersen. Pero me faltan muchas. Y todas las que me hagan
reír: sin excepción.
Y tres series de televisión. Juego
de Tronos, Mad Men, Curro Jiménez, Vikingos, Borgen… pero
como en el resto, no sabría qué decir, porque soy un fanático de The Big Bang Theory, me enganchó The Good Wife, Scandal, Yo Claudio… ¡que
se me olvidaba Yo Claudio!, Roma, que se me olvidaba también, madre
mía, que se me han pasado Band of Brother
y The Pacific, Manhattan… anda…, y no
he dicho en las películas Cartas desde
Iwojima… Y los Indiana Jones…Ya
paro. ¿Cuándo las veo? Mientras escribo, leo… soy multitarea.
Y los tres videojuegos: aunque parezca que no, tengo más claras mis
preferencias. Cualquiera de la saga Total
War, pero cualquiera. Silent Hunter 5
(y con él todos los simuladores), y soy muy esperable pero todos los Assassin’s Creed. Y ojo, que todo esto
comenzó cuando jugaba en 1992 a Castles
II y estaba en la tienda para comprarme el Age of Empires II en marzo de 1999.
Resumo: espero no perder nunca la curiosidad ni el interés por las
personas. Por eso desvarío a la hora de acotar mis preferencias en libros,
películas, videojuegos… Me cuesta muchísimo.
Entrevista realizada por Juan José Martínez Fernández
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